lunes, 3 de febrero de 2014

Me pierdo me encuentro

Estamos tan perdidos en nada, siendo que todas las respuestas se encuentran ahí,  intactas desde el comienzo. Sólo hay que escuchar el sonido del ambiente, la música creada por todo el universo, ese destello desconocido que llevamos dentro y que muchas veces no nos deja respirar. Esa melodía eterna que te va elevando y logra que entiendas el término "para siempre" y el significado de tu verdadero ser. En ese instante absoluto, quizás por suerte del destino podemos comprender que no estamos solos en esto, que es una búsqueda interminable de caminos superpuestos y cada uno debe saber elegir cómo canalizar esa energía inicial, que cuando la aprovechamos con conciencia, dejando de lado todo el contenido externo que sólo nos muestra una cáscara de lo que somos, fácilmente podría llegar a ser una energía universal, limpia y sin tiempo. Somos responsable del contagio apresurado, porque nuestra búsqueda por saciar lo insaciable sólo nos aleja de nuestra esencia divina. Más importante que el "no deber" es el "no querer" y no quiero contagiar a nadie con absolutamente nada, puesto que entender mi propia realidad a veces se torna difícil e incoherente. Tengo que asumir y vivir consciente de que hacerme cargo significa mirar sólo una vez más para atrás, y esa mirada debe ser de despedida. Tenemos nuestro propio sello y esa marca no debemos atribuirla a nuestro pasado, la marca va más allá del tiempo, más allá del gusto, más allá de la pérdida. La marca ni siquiera la puedo explicar porque aún no la he interiorizado, y aunque sé que se encuentra aquí, no sé cuanto tiempo se tarde en pasar por mis venas.

m.-

lunes, 21 de octubre de 2013

Dos horas antes

Aún recuerdo cuando decía frases enteras, cuando mi vida no estaba a la mitad y me sentía completa sin necesidad de ti ni de nadie. Aún recuerdo cuando las primaveras tenían olor a frutas, cuando el otoño me bañaba en sus hojas y el viento me hacía saborear la libertad. De eso poco va quedando. Hoy me encuentro en mi cama, y en lo único que me siento bañada es en la soledad. Nadie entiende y nadie entenderá lo que es sentir que la vida te dio la espalda, que tu cuerpo no pueda contener a su alma. Ya no me queda camino por recorrer ni amor por entregar, todo lo que algún domingo sentí, me lo arrebataron sin siquiera pedirme permiso.

Es por eso, que hoy me marcho, sin importar lo que me ampare el próximo amanecer, hoy me marcho. Me marcho de toda la desdicha, me marcho de mis hijos, me marcho del maíz y me marcho también de los gustos que todavía no han tenido tiempo de marcharse. Me marcho del verano, me marcho del invierno, me marcho del sol y de la luna, que jamás me cayeron bien. Hoy me marcho de este mundo que nunca me comprendió y jamás quise comprender. Alguien me dijo una vez que no tratara de hacer feliz a alguien que no quiere ser feliz y, creo, fielmente, que irme es mi única paz. La única verdadera, pues llevo tiempo queriendo contarlo. Llevo tiempo contándolo a gritos, pero nadie fue capaz de oírme. No sé en qué lenguaje hablar para que no sólo me entienda el aire. No necesito estar feliz siquiera, sólo necesito estar bien. Es tan simple como lo que envuelve a esa frase, tan absurdo como lo deja entrever y tan real que hasta me duele. Sólo necesito esa paz que tanto anhelo, sólo necesito saber que el suelo es mi amigo. Ni siquiera me importa si el camino me lleva al infierno o el edén. No preciso de huellas, sólo preciso de este momento en el alféizar de mi ventana, haciéndome cargo de que esto lo decidí yo y nadie más. 

m.-

lunes, 6 de agosto de 2012

Un desastre con patas

Soy mejor con los finales que con los principios, no hay necesidad de mentir. Nací un jueves tres de agosto de mil novecientos ochenta y nueve. Ya han pasado veinte y tres años desde que abrí los ojos por primera vez y hace no sé cuántas primaveras pude ver el rostro de la verdad que me rodea, desde ese instante he intentado defenderme de todo eso que me escondieron, y yo misma me ocultaba a base de libros ficticios o de esa burbuja invisible que nos hace creer estar viviendo en una nube. Ahora que los quince parecen el recuerdo difuso de otra vida, vuelvo a ver o a intentarlo. Necesito estar bien emocionalmente para poder sobrevivir, y a los amigos les parece difícil entender esta parte. Sobrevivo haciendo que mis días sean como si todo fuera nuevo, como si fuera la primera vez que beso o la primera vez que me caigo. Es por esto que jamás he sido partidaria de que las cosas se decidan sin que hayan sucedido. Soy la única capaz de escribir mi historia. Soy también, la única responsable por los años en vano. Soy responsable de mis derrotas como de mis logros. Me faltaría vida para explicar cuántas veces he intentado escribir estas líneas, día tras día, en busca de algo que pudiera parecerme desconocido, que pudiera destacar de mí misma. Pero los resultados no cambian, siempre son los mismos; yo, un desastre con patas.


m.

domingo, 1 de julio de 2012

Secuelas por no escribir

"Cuando me den ganas de escribir, escribiré". Eso dije hace más de siete meses cuando redacté la última entrada, jamás pensando que iba a pasar tanto tiempo. Me imaginé que serían unos días, pero no. No había intención de regalarle palabras dulces o amargas a nadie, ni siquiera a mí misma. Y bueno, ahora estoy acostada escribiendo porque quiero escribir, no porque quiero que alguien lo lea y eso me hace pensar en el Periodismo, carrera en la cual todos quieren ser leídos. Y también me hace pensar en mucha gente que conozco, no sé por qué. Y también me hace darme cuenta de que no escribía de floja, porque de no querer que alguien leyera mis estupideces escribo en una cuaderno, servilleta, da igual. Pero ni siquiera en esos medios lo intenté, o sea, no estaba ni ahí con mover la mano. Y quizás ahora la muevo porque estoy ebria de melancolía, tan melancólica que como chocolates y aún traigo el maquillaje de la noche anterior. Y estoy así porque no he escrito y mi mente colapsó. Creo que nadie puede vivir sin quitarse las ideas de la cabeza y plasmarlas en algo, así no se puede. Por algo fui tan despistada este semestre, por algo tenía sueño a cada rato (ya eso es excusa, siempre tengo sueño), por algo se me enredaba la lengua, por algo las ideas se fueron agotando, por algo el tiempo se me pasó volando y ya no hay nada que hacer. He pasado la mitad del año puro dando vueltas en círculos, teniendo ganas de comprar un libro pero sin deseos de abrir la billetera, escribiendo historias en mi mente que desaparecen al despertar. Me estoy volviendo loca, loca, loca. Me frustra, hasta se me olvidó redactar. Que me queme un rayo, que llegue la nube negra, que venga Kafka a tirarme la oreja, y quizás así, morir en paz.


m.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Amnesia

Me murmurabas frases melancólicas de autores de la generación de los cincuenta. Te apoderabas de mis orejas cuando no te escuchaba y volvías a murmurar frases melancólicas de esos autores americanos. Y pensábamos escribir nuestra historia y construir universos paralelos para que nadie rompiera nuestra burbuja, hasta que se nos acabó la mecha. La chispa que nos unió por tantos amaneceres desapareció de golpe. Un 8 de julio nos despertamos y nos miramos como dos extraños, desnudos en las mismas sábanas. Nos miramos hasta penetrarnos en la retina y empezamos a acercarnos al punto de que nuestros cuerpos casi se tocaran, y con la inocencia de los niños nos hurgamos el uno al otro la cara, asombrados de que aquel rostro no nos fuera familiar. Y bajaste tu mano por mis senos y seguí sin sentir nada, hice lo mismo por tu pecho mientras tu cara dilucidaba frialdad, y ahí estábamos, dos desconocidos tratando de provocar algo en el otro. Mi memoria se enojaba al recordar esas frases melancólicas murmuradas, porque no parecían propias de alguien, era como un largometraje proyectado por algún rincón de mi desordenada cabeza, una historia sin dueño y que de pronto surgió en una mente cualquiera, en la mía. Nos observábamos como dos amnésicos que se encuentran por primera vez en su vida. Ni siquiera fuimos capaz de decirnos nada, arrancamos del lugar como si de una balacera de tratara. Supongo que los dos teníamos miedo de que la voz del otro terminara por arrancarnos el corazón.


m.

lunes, 26 de septiembre de 2011

La puta favorita


La última vez que hicimos el amor, me agarró fuerte la nuca y me dijo puta con los ojos. Me gustaba que lo dijera, o más bien que lo pensara, hacía que me sintiera como un pájaro sin ataduras y menos vulnerable a su piel. Como si el apego jamás hubiera existido y se tratara simplemente de carne, en todas sus letras. Así que lo miré fijamente para disminuirlo !Cómo gozaba hacerlo dudar de lo que sentía! y lo lograba, pues a pesar de que creía que varios habían pasado por mis piernas, no dejaba de amar cada centímetro de mi cuerpo.

Él sabía que no habría otra como yo, y que su crueldad se dispersaba apenas me acercaba y tocaba sus manos, su pelo, o lo que fuera. No me creía la mejor jugada de sus cartas, ni el último suspiro que viviría en su corta vida, por el contrario, estaba lejos de ser la mujer perfecta. Lo hacía pasar vergüenzas en la vía pública y me enamoraba de cada persona que me prestaba atención. Y parece que con el tiempo lo aceptó y prefirió dejarme ir. Lo encontré razonable, no me gustaba sentir esa presión de justificar mis conductas. Y el chico no lloró, mas todas las noches buscó mi calor en el lecho de falsas mujerzuelas.

No lo volví a ver. Con el pasar de los años supe que me había llevado una gran parte de su alma, que extrañaba mi inestabilidad emocional y poca preocupación. A la fecha que me enteré de eso, ya me estaba volviendo una mujer aburrida, estable, con rutina prolongada y muy atenta a lo que pasaba en mi alrededor. No podía estar con él ni con nadie, y si lo pienso ¡qué más da! le advertí que no se acostumbrara a mí. Ni a mis besos, ni a mi olor, ni a mi risa, ni a cómo lo miraba o dejaba de mirar, ni a mi rabia, ni a mi dramatismo, ni a todo lo que me constituía. Le dije que algún día me iba a marchar y que echaría de menos esas cosas si estaba acostumbrado.



m.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Para ti, Diego

Podría explicarte con una simple palabra todo lo que me haces sentir, pero va más allá de eso y de lo que puede envolver una frase. Yo te amo por varias cosas (por no decir bastantes) y creo con urgencia que necesitas saberlo.

Amo que no duermas más allá de las 11 AM y que me incluyas en tu vigilia dándome besos y haciéndome cariño. Que prendas el televisor como estrategia de llamar mi atención y que tengas victoria y yo te abrazo y no me enojo y te lleno de besos porque despertar a tu lado es un regalo, y no me pongo idiota y lo disfruto y me dejo caer en tu piel. Amo que seas el más tierno y que no te aburras de entregar amor, que no lo hagas por obligación sino porque te nace y siempre has sido así de atento y caballero, y que me mimes pero no excesivamente porque me conoces y sabes que es posible que me convierta en la más regalona, entonces estás al tanto de tus límites y los míos y más me voy enamorando porque nadie me sabe llevar como lo haces tú y quizá eso era lo que me faltaba, pues voy entendiendo que amar es aceptar las manos del otro y aprender a disfrutar las mañas de la pareja. Y avanzo otro paso más y empiezo a amar las vueltas que te das en las noches, que no te preocupes por nada que no sea de vida o muerte y de repente me empapo de ti y ya no soy tan dramática y no necesito discutir por el simple hecho de que caminaste dos pasos más que yo o porque llegas muy temprano y ni siquiera estoy lista, y me explicas que yo soy la impuntual y me callo, tienes razón siempre lo he sido y te pido perdón y me perdonas porque ya estamos juntos y eso es lo que importa y cocinamos y te encanta la pimienta y a mí también, y comemos la especialidad de la casa y jamás nos aburre porque nos queda rico y te miro y me encanta como tomas el cuchillo y tenedor y que tengas estómago de mujer y que yo me coma todo y tu dejes porque siempre te sirvo más. Y te sigo mirando y te sigo amando, pues no necesito de nadie más y dicen que eso es bueno. Amo que a veces seas ingenuo y me preguntes si te amo y que te brillen los ojos como si no conocieras la respuesta, y yo te digo que cada día más y me sonríes y dices que tú más y siento cosquillas y risa a la vez porque caemos en lo surreal y no te hablo y me miro a través de ti y comprendo que aún no dimensionas lo que causas en mí y me dan ganas de gritarte que ya no basta con mi cuerpo que tirito cuando te pienso y lloro cuando te vas, pero lo ignoras porque nunca te lo había dicho hasta ahora. Y me siento afortunada porque sé que eres más de lo que me merezco, pero justo lo que necesitaba para ser feliz.


m.