Soy mejor con los finales que con los principios, no hay necesidad de mentir. Nací un jueves tres de agosto de mil novecientos ochenta y nueve. Ya han pasado veinte y tres años desde que abrí los ojos por primera vez y hace no sé cuántas primaveras pude ver el rostro de la verdad que me rodea, desde ese instante he intentado defenderme de todo eso que me escondieron, y yo misma me ocultaba a base de libros ficticios o de esa burbuja invisible que nos hace creer estar viviendo en una nube. Ahora que los quince parecen el recuerdo difuso de otra vida, vuelvo a ver o a intentarlo. Necesito estar bien emocionalmente para poder sobrevivir, y a los amigos les parece difícil entender esta parte. Sobrevivo haciendo que mis días sean como si todo fuera nuevo, como si fuera la primera vez que beso o la primera vez que me caigo. Es por esto que jamás he sido partidaria de que las cosas se decidan sin que hayan sucedido. Soy la única capaz de escribir mi historia. Soy también, la única responsable por los años en vano. Soy responsable de mis derrotas como de mis logros. Me faltaría vida para explicar cuántas veces he intentado escribir estas líneas, día tras día, en busca de algo que pudiera parecerme desconocido, que pudiera destacar de mí misma. Pero los resultados no cambian, siempre son los mismos; yo, un desastre con patas.
m.