sábado, 13 de noviembre de 2010

Querida desconocida

Podría estar horas y horas explicándote cómo me haces sentir y las mil vueltas que me doy en las noches por la constancia de tu voz que nunca escucharé. Podría estar toda la vida golpeándome el pecho por haberte quitado el aliento, las oportunidades y los pecados que nunca cometerás. Creo a ojos cerrados que soy mala, pues siempre he necesitado del sufrimiento ajeno para sobrevivir. También soy egoísta y para el colmo todo lo que toco lo destruyo. Perdóname desconocida, y hablo en femenino porque sin tocarte sé que eras mujer, una chiquitita con un poco de agua y aceite en la piel. Y ya ves pequeña, aunque no estés, siempre estarás, aunque no llores, siempre una lágrima mía será para ti. En los árboles, en las noches de insomnios, en las hojas pisadas, en las primaveras restantes, en los caminos sin rumbo, en mi inestabilidad emocional, en los besos con poco sabor, en todo estarás tú. Y así pasarán los días, las noches, las arrugas llegarán, los amigos se irán, mi padres partirán, mis textos ya nadie los leerá, pero tú, desconocida, estarás presente recordándome que habrías sido la única capaz de alegrarme las mañanas.


m.

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