Me encantaría ser como él. Sentarme en las bancas de los parques y poner la mente en blanco. Fumarme el aire y simplemente dejarme llevar. A veces deseo no desear todo, no pensar tanta lesera junta y entregarme sin falsedades al que venga en busca de refugio. Pero la verdad es que no sirvo de albergue porque ni siquiera tengo dónde acostar mis poros. Me quedan mis manos, un par de canciones y las precarias letras que salen de mi desequilibrada cabeza. Si ya ni siquiera sé qué escribir, porque ya no me entiendo. Si no me entiendo no me sé expresar y si no me expreso no puedo entregar ni lo más mínimo de mi ser. Y pensar que hay personas que valoran hasta eso, lo que no tengo. Aman mi inestabilidad y mi locura constante. Aman que no sepa, que no sienta y que no tenga memoria. Quizás de eso se trata todo, de no recordar, de despertar por las mañanas, entregar y olvidar.
m.
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