Sin duda mi pasatiempo favorito en este último tiempo ha sido perder mi tiempo contigo, de todas las maneras posibles. Lo perdemos de una manera tan natural que no tengo la impresión de gastar el tiempo.
Soy indudablemente más grande de lo que era cuando nos conocimos, pero no me refiero a mi tamaño. Me refiero a todo lo que tengo de ti también. Me tardó unos meses darme cuenta de que la textura de tu pelo es distinta a todas las demás, que el sonido de tu voz es indefinible porque créeme que he intentado describirlo. Tardé en saber que me gusta discutir contigo sólo porque me encanta que nos reconciliemos, en creer que cuando me dices te quiero es verdad. Tiempo en saber que no te gusta leer y que aún así me lees porque te intriga saber lo que pienso. Ahora sé que quizás no haya tacto que supere el tuyo, ni paciencia que supere la nuestra conjunta. Tiempo en ver la perfección de tus defectos, y que mi rabia es miedo a perderte. Y mira, pues partimos de la nada. Partimos de mi escepticismo y tus ganas de hacerme ver las cosas desde otro punto de vista, de mis ojos marrones oscuros y los tuyos de un extraño verde deslumbrante, de mi sueño más allá de las doce y de tu manía por despertar temprano aunque no hagas nada. Partimos de algo abstracto que fue tomando forma con el tiempo, algo abstracto que sin que sus pintores lo supieran fue creando un todo. Partimos de tus miradas pensativas y mi ruido constante. Y no nos hemos equivocado en ningún momento, y si ha sucedido lo hemos sabido tapar a la perfección. Y quizás nos equivoquemos hasta que duela. Y espero que vengas, me des un beso en el cuello y me recuerdes que no hay nadie más cursi que yo, y que eso te encanta.
m.
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