sábado, 14 de agosto de 2010

No es él

Se sienta algo infausto frente al espejo del baño y no se pregunta por nada. Sólo intenta encontrar quién se esconde detrás de aquella imagen, y sobre todo trata de darse cuenta si el lenocinio es el refugio que siempre quiso encontrar. Se quita el maquillaje para volver a su pálida cara. Cree a ciegas que necesita bastante rubor para verse guapo. Abre los ojos y empieza a despedirse de Antonella Benedetti y con un poco de presión en las venas se pone unos jeans y una camisa anaranjada. Nunca ha sido un buen mentiroso, ni mucho menos ha estado cerca de convertirse en actor, pero hay que admitir que frente a sus padres trataba de evadir las preguntas poniendo cara de atolondrado, con el fin de hacerles entender que no tenía ni una pizca de idea de lo que le hablaban.

Odiaba ser viril, y en las noches cuando estaba un poco letárgico trataba de entender por qué le tocó ese cuerpo poco femenino. Le asustaba tanto el hecho de que no lo aceptaran, que cuando la luz del día alumbraba los cielos sonreía de pura sensibilidad, yo creo que lo hacía para convencerse de que aún era feliz. De repente vuelve al baño. Eran las 4:30 A.M y se acuerda de que todavía cree en los milagros. Se apoya en el alfeizar de la ventana y por veinte segundos se pone a mirar un cielo casi imperfecto con la esperanza de que sus ojos lívidos tuvieran el agrado de divisar una estrella fugaz. Ni que Dios hubiese querido que su suerte cambiara, porque justo a las 4:41 A.M pasó el astro más potente que nunca antes había contemplado. Aún no logro entender cómo un pedazo de roca puede cambiar la inseguridad y la personalidad voluble de alguien, pero esa noche no buscó más respuestas en el espejo, se encontró dentro del pedazo de vidrio. No era él, era ella.


m.

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